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jueves, 21 de enero de 2010

Verano del '96

Era una cálida noche del verano del 96. Eva y Lucía paseaban por la ciudad. No se conocían, ambas recorrían las grandes avenidas de Madrid. Eva contaba con apenas 20 años, Lucía tenía uno menos.
Mientras la primera paseaba con su novio, Lucía lo hacía sola. Sola porque no tenía a nadie, acababa de dejar a su novio porque había decidido, por fin, contar la verdad. Ella se sentía lesbiana, le gustaban las mujeres, había decidido dar este paso tras varios años ya de incertidumbre. Su novio, sin embargo, no se lo tomó demasiado bien. La golpeó hasta que sus labios sangraron y una lágrima se deslizara por su mejilla. Lucía no sabía por qué. No entendía ese odio hacia la homosexualidad que respiraba en su ambiente, entre sus amigos, incluso en su propia familia. Jamás pensó en contarles sus inclinaciones a sus padres, católicos, que no entenderían nunca su situación.
Eva, en principio, se consideraba bisexual, y su novio lo sabía, lo aceptaba y lo respetaba. Su relación iba perfectamente hasta aquella noche. Ambos se sentaron en una pequeña plaza, cerca de una fuente. Él le confesó que había estado con otra chica hace unas semanas. Eva no se lo tomó nada bien. Tras varios reproches, él dijo que ella no tenía derecho a recriminarle nada ya que era una zorra a la que le iba todo. Pues si a ella le iba todo, él tenía derecho a acostarse con quien quiera. Eva comenzó a llorar desesperadamente, y es que en verdad, estaba muy enamorada. A él no se le pasó por la cabeza ni una sola vez que lo que había hecho no era lo correcto. Se marchó.
Lucía llegó a una plaza apartada de la luz, de la gente. Encontró a una muchacha llorando, sentada cerca de una fuente. Se acercó hacia ella y le preguntó si la podía ayudar. Eva la miró, y al ver la triste mirada de Lucía se deprimió todavía más. No la conocía de nada pero aceptó su compañía, ambas compartieron sus problemas y contaron sus historias. Tras llegar a la conclusión de que los hombres eran unos asquerosos, saltó la primera sonrisa. Decidieron comprarse un helado, pues hacía mucho calor en pleno agosto.
Pasearon por el Retiro, conociéndose, compartiendo experiencias, pensamientos y miradas. Era tarde, las dos de la mañana, Eva se tenía que ir, sus padres estarían preocupados. Al tiempo de despedirse, Lucía pensó que no podría desaprovechar la oportunidad de pedirle su teléfono, quedarían otro día para seguir hablando de ellas, de ellos, y de las muchas cosas que tenían en común. Eva se despidió con un beso en la mejilla y se fue.
Pasaron horas, días y semanas, Lucía pensaba que aquello era una locura, no la conocía de nada, pero decidió llamar a Eva para tomar un café. Ésta aceptó, tras unos minutos hablando, Lucía le contó porqué había terminado con su novio. Eva sonrió. “No sé qué te hace tanta gracia, el muy cabrón me pegó una paliza cuando se lo dije. Lo odio, lo odio con todas mis fuerzas.” “Ja ja ja, tranquila, tranquila, no te pongas así, me río porque me siento identificada contigo. Soy bisexual, y en cierto modo, terminé con el mío por el mismo motivo. Él pensaba que como yo soy bisexual, él podía acostarse con cualquiera que le diera la gana. Como si por ser bisexual o lesbiana tengamos que ser promiscuas… ¡Me pone enferma!”
Sus miradas se entrelazaban, se cruzaban y se enredaban. Había nacido algo entre las dos, algo más fuerte que una amistad. Por fin, se besaron.
Y es que en esta vida para el amor no importan las barreras, los estereotipos, la condición sexual de cada persona, ni convencionalismos.
Tras unos meses de relación clandestina, decidieron dejarlo todo e irse juntas a otro lugar, da igual dónde, solo sabían que se amaban, que ya nada importaría más que ellas dos, que disfrutarían del amor todo lo posible.

sábado, 12 de abril de 2008

De Madrid al cielo...

Bueno, hace siglos que no escribo aquí...
He ido retrasando el resumen de Madrid '08 hasta que casi ha pasado un mes. No puede ser. O lo escribo hoy, o no lo escribo. Así que allá vamos.

6:45 a.m. "Mamá llévame a la estación que voy a llegar tarde, el tren sale a menos diez." Como todos los viajes, el mío comenzó con prisa. Mi madre me llevó a la estación de trenes de Binéfar y nos encontramos con Carmen, Roberto, Manu, Glenda, Marina e Íngrid, todos con nuestras maletas. A las 6:50 a.m. pasadas llegó el tren que nos llevaría hasta Zaragoza, la capital maña. Allí nos sentamos a desayunar en la cafetería de la estación de Delicias. Más tarde cogimos el AVE para ir a Madrid-Atocha, parando en Calatayud. ¡Qué lujo de tren! No se puede comparar con el regional, tardamos más en llegar a Zaragoza desde Binéfar que desde la capital maña hasta Madrid. El caso es que llegamos a Madrid, a la estación de Atocha, acordándonos del 11M, de todo lo que vimos en televisión, etc. Aquella estación era inmensa y tenía un jardín tropical el cual estaba siendo humedecido constantemente mediante aspersores. Salimos afuera y nos quedamos maravillados al ver la estación desde la calle, por primera vez estaba en Madrid, tantos coches, taxis, carriles... ¡La capital!
En cuanto salimos de Atocha fuimos directos al museo Reina Sofía, que estaba cerquísima. Este museo era de arte contemporáneo, vimos Miró, Picasso, etc. La obra que más me impresionó fue sin duda El Guernica, es grandioso. No dejaban hacer fotos a nada, a Íngrid le gritaron unas tres o cuatro veces en todo el viaje, una de ellas, la primera fue en el Reina Sofía, haciendole una foto a un lienzo de Juan Gris, una vigilante viene corriendo y se puso entre el cuadro e Íngrid en plan: ¡Nooooo! (como si se tratase de un guardaespaldas al recibir un tiro salvando a su protegido). Al menos fue divertida la anécdota. Otra anécdota para recordad fue una pobre chica que vimos, la pobre, pues... no tenía los dientes muy bonitos que digamos. Era graciosa se podría decir. No quiero hablar de ella ni meterme con sus dientes. Después del Reina Sofía fuimos al Hostal Dulcinea, donde nos alojamos los tres días. Estaba en la calle Cervantes, barrio de las Letras. La calle Cervantes es paralela a la calle donde se encuentra el Hotel Palace. ¡Menudo hotelazo! Con todas sus letras. Enfrente del hotel Palace esta el Congreso de los Diputados y sus dos leones. Cuando llegamos al hostal nos encontramos con un simpático gallego que era el encargado o dueño supongo. Una vez deshechas las maletas y vistas las habitaciones, comimos en el cuarto de las chicas. Manu y yo estábamos en un cuarto diferente al de Glenda, Marina e Íngrid. Bien, pues comimos nuestros bocadillos (tan españoles, no como los sandwiches de por ahí). Después descansamos viendo los Simpsons en la televisión de la habitación. Por el camino habíamos andado por el Paseo del Prado para llegar al hostal y también vimos el nuevo museo, el Caixa Forum.

Después de comer en el hostal, fuimos al museo Thyssen-Bornemisza, si, el de Tita Cervera. También vimos los árboles que salvó de la tala, altísimos. Allí vimos retablos del románico, siglo XIX, impresionismo... Como museo, el más bonito de los que visitamos, el Museo del Prado ya era más soso. Cuando salimos de ver el Museo Thyssen, ya bastante cansados recuerdo, nos fuimos hasta la Biblioteca Nacional. ¡Andando fue una tortura! Llegamos y vimos el museo de la BNE (Biblioteca Nacional de España). A la salida estábamos reventados. Decidimos ir al hostal a descansar un poco antes de salir a cenar. Cenamos en el Vip's, debajo del Palace Hotel y, bueno, el servicio, muy bueno no era. Que se lo pregunten a Manu que tuvo que esperar bastante tiempo por su filete casi sin hacer... En fin, después de cenar salimos a conocer la noche madrileña. Comenzamos por la calle de las Huertas, íbamos con Carmen y Roberto y nos llevaron a ver algunos bares y luego a la Plaza Mayor, inmensa, enorme, guapísima. Después a la Puerta del Sol, que ganas tenía de estar en el centro de España, en el Km 0, delante del reloj que millones de españoles vemos en nochevieja. Simplemente maravilloso. Nos hicimos fotos con el Km 0, de donde parten todas las carreteras españolas. Después fuimos por el putiferio, llámalo putiferio llámalo calle donde Max Estrella y Latino de Híspalis (Luces de Bohemia de Valle-Inclán) se lo pasaron bien. Sobre todo Latino, que malo. El caso es que nos fuimos a dormir pronto. Dormimos todos apretujados como sardinas enlatadas, que digo sardinas... Como pollos enlatados! (Salió de la boca de la señorita Grúas)

Por la mañana nadie se quería levantar, normal, estábamos cansados. Bajamos a desayunar a la cafetería de debajo del hostal, el camarero, argentino, muy simpático, pero lento, muy lento. También hay que decir que el pobre estaba solo en la cafetería y no daba abasto... Después nos sumergimos en el Museo del Prado, toda la mañana rondando sus pasillos. Compramos unos recuerdos y nos fuimos a comer a un restaurante de la zona, estábamos en una mesa en familia, pues estaba separada del resto, pero comimos muy bien, la verdad es que como teníamos hambre pasó todo muy bien. Más tarde volvimos al Prado a ver la ampliación, nos quedamos alucinados cuando vimos el Asesinato de Torrijos, era enorme y muy real. Es el cuadro que más me llamó la atención del Prado. Salimos del Prado y nos dirigimos al Museo Arqueológico, llegamos después de perdernos un poco por las inmediaciones del Retiro. A la salida del museo, a Íngrid le tuvieron que llamar la atención, como siempre, por hacer fotos a cosas que no se pueden y por subirse a una estatua, bueno, es lo de siempre... Más tarde fuimos al hostal, paramos para hacernos fotos con la puerta de Alcalá (mírala, mírala, ahí esta viendo pasar los años, la Puerta de Alcalá). Salimos a cenar también al Vip's, esta vez me parece que cenamos mejor. Luego nos fuimos a conocer la noche madrileña por la calle Las Huertas y alrededores, entramos en un par de garitos en los que nos lo pasamos bastante bien... Llegamos allá a las 3 ó 4 de la madrugada al hostal y no podíamos parar de reir... Al día siguiente, por supuesto, estábamos deshechos. Pero sacamos valor de donde pudimos y nos fuimos a patear Madrid de nuevo. Esta vez desayunamos en una cafetería del barrio, visitamos el Palacio Real, la Plaza de Oriente, y la Catedral de la Almudena. Echamos toda la mañana allí hasta que a las 12:30h aproximadamente comenzó la visita guiada por el interior del Palacio Real. Que lujo... También vimos en el Palacio la sala de Armería y la Farmacia. Salimos hacia la Catedral de la Almudena, la visitamos y nos fuimos a comer a un restaurante de la zona. Comimos de bocadillo (yo de tortilla, bien bueno) y nos fuimos al Parque del Retiro. Menudo parque, debe de ser más grande que Binéfar. Nos queríamos subir a las barcas, pero Roberto decidió que no era buena idea; vaya, con las ganas que teníamos. La próxima vez que vayamos, nos subimos, jeje.

Se hizo la hora de abandonal la capital y nos fuimos al hostal a recoger las maletas. Fuimos hasta la estación de Atocha y nos sentamos en la cafetería a esperar el AVE. Vimos a Blanca M. Ochoa a unos metros. Alrededor de las siete lo cogimos y nos llevó hasta Zaragoza, allí esperamos pocos minutos hasta coger el Regional que nos dejara en Binéfar a las 10pm más o menos. Este es el resumen de mi viaje a Madrid, balance, positivo. Me lo pasé genial: Todo estaba bien, el sitio, Madrid, la compañía... ¡Sin duda, repetiría ahora mismo!