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domingo, 14 de julio de 2013

Verte fumar

Hoy, gracias a una buena amiga, he descubierto este post cargado de pasión tabaquera. Tanto los que fumamos como los que no fuman nos sentimos atrapados por la historia e incluso nos identificamos. Aquí os lo dejo para que lo leáis (lo podéis leer con banda sonora!) y abajo del todo está el link. ¡Feliz domingo a todos!
Verte fumar
De un tiempo a esta parte tengo ganas de fumar. Por alguna razón me apetece darle una calada honda, lenta y profunda a un cigarrillo, cerrar los ojos, tragarme el humo y así sentirme mejor.
Creo que el motivo puedes ser tú.
Verte fumar es soñar, emprender un viaje inesperado a algún paraíso lejano, aún por descubrir. No sabes cuál será el destino, pero presientes que te gustará.
Lías tu pitillo con mimo y seguridad a la vez, en un acto casi ceremonioso que me gusta contemplar. Después de darle la forma perfecta lo acercas despacio a tus labios, también perfectos, y sacas del bolsillo trasero de tu pantalón un viejo mechero; ese que te regaló aquella chica guapa de la que nunca hablas, pero en la que de vez en cuando seguramente piensas.
Enciendes la mecha mientras me miras y, sin dejar de hacerlo, inhalas el cigarro profundamente, viviendo con intensidad el momento y la sensación, sea cual sea esta última. Dos, tres o hasta cuatro segundos después exhalas el humo por la nariz. A veces, si estás de humor, lo haces por la boca, liberando blancos círculos de humo que se van haciendo más y más grandes hasta ir perdiendo su forma y desaparecer.
Una tarde frente a un par de cafés solos (solos los cafés y solos nosotros) me contaste cómo empezaste a fumar.
Tenías 20 años y todo por hacer. Los estudios no iban bien y mil pájaros volaban en tu cabeza. Aún hoy siguen ahí y eso me gusta de ti. Eras un chico sociable, alegre, no pasabas inadvertido. A pesar de ello, necesitabas tus momentos de soledad para buscarte, encontrarte y reconocerte. Pensar en ti mismo y descubrir si ibas por el camino que querías seguir o bien tenías que dar marcha atrás hasta la última encrucijada y tomar otra dirección. Una noche calurosa de verano, sentado en el tejado de tu casa, mirando las estrellas y pensando en tus cosas, algo llamó tu atención. Un punto rojo, brillante e intermitente. Era el cigarrillo encendido de alguien que permanecía a oscuras. Bajaste a la calle a encontrarte con él, que resultó ser ella y con un pequeño gesto te pidió que la acompañaras. Juntos fumásteis en silencio y, una vez que apuró su pitillo y lo apagó aplastando la colilla con su pie contra el suelo, se esfumó. No cruzásteis ni una palabra, pero estar a su lado te dio paz y seguiste fumando noche tras noche, con la esperanza de volver a encontrarla. Todavía sigues pensando que en algún momento aparecerá. No tienes ni idea de la cantidad de veces que la tienes delante.
De un tiempo a esta parte tengo ganas de fumar… Y sé que fumar es malo.
Foto: Sergio de Luz
Relato: Sandra Sánchez
Modelo: Eva Álvarez

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