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jueves, 25 de octubre de 2012

La ilusión del conductor del tranvía

"-¿Qué diferencia hay entre este sábado por la noche y el pasado? Que en vez de ir al Galaxy hemos vuelto a casa. Nada más. Tengo veintiocho años y ya estoy viviendo la ilusión del conductor del tranvía... ¡A la mierda! No pienso rendirme tan pronto.
-¿El conductor del tranvía? Oye, tú no estás bien de la cabeza... Pásame la cerveza.
-¡No, eres tú el que no está bien si no lo entiendes! ¿Sabes, Michele, lo que hace el conductor del tranvía?
-Cuando me llamas por mi nombre me encanta. ¿Qué quieres que haga? Conduce el tranvía.
-¡No, te equivocas! Parece que conduce el tranvía, que controla el vehículo, pero en realidad se limita a frenar y acelerar. Hay vías. Él, como mucho, decide la velocidad, pero tampoco del todo porque hasta las paradas están prefijadas y deben respetar un horario. Con nosotros es lo mismo: instituto, universidad, trabajo, matrimonio, hijos, ¡fin del trayecto! Al final lo único que decidimos es el tiempo que le dedicamos. Todo lo extraordinario de la vida reducido a dos funciones: acelerar o frenar. Punto. Tenemos la ilusión de que guiamos nuestra vida."

Un lugar en el mundo. Fabio Volo.

Y lo triste es que haya gente que tenga esa ilusión del conductor del tranvía y no se dé cuenta. Gente que crea que maneja su vida, que rompe con todo, que juega con el mundo y lo tiene a los pies. Que se lo come, que lo devora. Pero allá cada uno con su vida. Cada uno se da cuenta en un momento dado de lo que lleva entre manos, de lo que está haciendo en el mundo, de su lugar. Otra cosa es cuándo decide tomar decisiones una vez que ya se ha dado cuenta de que no está conduciendo realmente el vehículo. Hay, como digo, otros, que nunca se enterarán de que no llevan ningún volante, de que simplemente aceleran o frenan. Y puede que así sean felices, quién sabe.

Por estas lecciones existencialistas y por otras cosas, recomiendo la lectura de este pequeño libro de Volo, en el que, quizá, os veáis reflejados.

¡Saludos!

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